La estupidez humana no tiene límites. Cada día estoy más seguro de ello y mis esperanzas van mermando, y las pruebas de que demasiados individuos son estúpidos e ignorantes y necios a más no poder se vuelven cada vez más evidentes e innegables. En este artículo voy a hablar un poco sobre esos individuos que se empeñan en desacreditar y menospreciar a la Real Academia Española, e incluso —tanta es su insensatez— a toda la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), o cualquier otro organismo o persona que exponga alguna norma o convención.
Los usuarios del español —o mejor: todos los usuarios de las lenguas— tenemos la gran fortuna de disponer de la supervisión y el trabajo de la RAE y las otras 21 Academias, que proporcionan normas y recomendaciones (e incluso intentan buscar y dar soluciones a conflictos o a demasiado número de opciones; es decir, intentan unificar lo recomendable y tipificar lo posible) para el español de España y los tipos de español de Hispanoamérica: es decir, para todo el mundo hispanohablante actual. Hay gente que no lo aprecia en absoluto (demasiada para lo que sería recomendable; todo lo malo abunda...), y hasta lo desprecia porque no quiere reconocer lo que todo ello supone (de desagradecidos está el mundo lleno). Cualquier persona mínimamente inteligente o culta se pregunta: ¿cómo es posible que haya gente que «piense» así? Pues ello, como todo, tiene sus razones (aunque no criterios), y son las siguientes: aparte de por lo de siempre —ignorancia profunda—, la mayoría de los detractores de la RAE intentan desacreditar todo lo que dice y desprestigiarla porque son tan necios y estúpidos que no entienden las directrices (es decir, las normas, convenciones, recomendaciones...) que propone y tampoco son capaces de aprendérselas, ni siquiera de memorizarlas; así pues, les es más fácil decir que no son adecuadas (aunque ellos no usarían ese término tan culto) y usan ese falso argumento sin criterio alguno para sentirse con pleno derecho (se autoengañan escandalosamente) a no cumplirlas, ni siquiera a entenderlas, e incluso pretenden parecer cultos o inteligentes. Nada más lejos de la realidad. Ellos, por su enorme ignorancia e innata necedad, y lo que es todavía peor, por su insalvable estupidez, no tienen la capacidad —ni el derecho— de dar opiniones válidas. Lo que sin duda deberían hacer es callarse, y, además, intentar seriamente entender y aprender esas normas y recomendaciones, por más que les cueste; siempre pueden pedir ayuda...
Vamos a ver, todos sabemos que en este mundo aparentemente nada es perfecto, así que las Academias de la ASALE tampoco lo son (toman decisiones más acertadas o aceptadas que otras, pero todas están profusa y profundamente estudiadas y sometidas a votaciones, así que el margen de error debería ser muy pequeño; al menos, es mucho más pequeño que el de otros organismos o sujetos, es seguro); mas hemos de tener siempre en cuenta y no olvidar nunca que si hay alguien que puede ofrecer una buena regulación de la lingüística son los académicos que trabajan, en conjunto, en las mismas, que son lingüistas profesionales todos; si hay algo en este mundo que pueda arrojar algo de luz a la ignorancia lingüística de tanta gente ha de ser la RAE; no se me ocurre otra posibilidad. Intentar desacreditar a la RAE es realmente ridículo, y todavía lo es más cuando el detractor es un pobre diablo que no sabe ni hacer la o con un canuto, como es en prácticamente todos los casos. Si se quiere tener un punto de vista válido y dar opiniones aceptables, primero hay que informarse adecuadamente y saber lo máximo posible, y por consiguiente llegar naturalmente a conclusiones acertadas —a no ser que se sea un loco—...
También los hay que argumentan que la RAE, o toda la ASALE, tienden a ser conservadores, quizá demasiado. Esa afirmación es totalmente falsa e irreal, porque están continuamente proponiendo, aceptando y añadiendo palabras nuevas —muchas de ellas extranjeras— al diccionario y demás obras; y es totalmente necesario hacerlo racionalmente, pues de lo contrario estaríamos empleando un idioma que sería una mezcla de varios, lo cual no sería nada agradable ni recomendable, y habríamos perdido una de las mejores lenguas, si no la mejor, del mundo; evolucionar es recomendable y necesario, pero siempre en su justa medida y por el camino correcto. Además, ¿qué pasaría si la única institución oficial de regulación se dedicara a suprimir todas las palabras que ya no se usan mucho y a aceptar todas las nuevas, aunque sean extranjeras? Que acabaríamos perdiendo a la preciosísima y maravillosa lengua española, y tendríamos un idioma que sería una mezcla fea, aberrante y abominable de varios (lamentablemente, ya ocurre en demasiados casos). Ser un poco conservador es necesario para mantener unas propiedades o características que no han de perderse tan fácilmente; podríamos decir que de esa manera se alarga, por poco que sea, la «vida» de una lengua. Por consiguiente, esa es otra excusa sin criterio, o también, una vez más, una excusa que se origina por falta de información o conocimiento.
Y he dejado para el final al que quizá es el peor grupo de todos (lee todo el párrafo antes de juzgar erróneamente, de confundirte y pensar cosas que no son): los que odian visceralmente la RAE únicamente por ser española (es decir, los que poseen la más auténtica y verdadera xenofobia...) e incluso las otras 21 Academias por ser sus subproductos o derivados; es decir, los hispanoamericanos y demás personajillos que, en sus sempiternas e infinitas ignorancia, necedad y estupidez, además de su considerable carencia de inteligencia y abundancia de sed de antigua e irracional venganza, y hasta perniciosa, duradera y actual envidia, intentan desacreditar todo lo que dice y propone la RAE e incluso desprestigiar a la propia institución con el único objetivo de mancillar todo lo español (ya no se conforman solo con destripar y destrozar totalmente nuestra lengua durante siglos...). Por supuesto, no todos los hispanoamericanos son así, afortunadamente; hay algunos que realmente merecen la pena y hasta son más cultos, o al menos tienen mejor mentalidad e ideología, que bastantes españoles; pero aun así hay un lamentable gran número, un gran porcentaje, que sí son de esa manera tan pésima; eso es demostrable e innegable. Y cuando son así, que tiemble el mundo, porque hasta que el mismo no esté abriéndose por la mitad no pararán...
Sean del origen que sean los detractores, si les preguntas cuáles son las razones por las que desacreditan y se oponen a la RAE y todas las fuentes de conocimiento lingüístico nunca te responden, o como mucho te dan evasivas; ¿será que no tienen criterios razonables ni válidos? Nótese el sarcasmo. Es evidente y de sentido común que sin el trabajo de la RAE, nuestra preciosa lengua española ya no sería tan maravillosa desde hace mucho tiempo; ¡y eso que todavía podría mejorarse hasta la perfección si sus usuarios la conocieran y respetaran lo suficiente! Sería una lengua más, otro código con demasiados sinsentidos, incongruencias, incoherencias, imperefecciones, defectos, interferencias y poca o ninguna norma; algo así como, por poner un ejemplo muy evidente, lo que le ocurre a la lengua inglesa, con todas sus variantes y regionalismos, cuyos usuarios escriben como les da la gana y no se les puede decir que lo hagan de otra manera, pues no hay normas universalmente válidas al ser todas totalmente arbitrarias, sin criterio. En fin, si a alguien no le da la gana de respetar el sistema de la lengua española está invitado a cambiar de lengua nativa; quizá entonces se dé cuenta definitivamente de lo imprescindible que es el trabajo de un organismo como la Real Academia Española o la ASALE en general. Como digo, una persona con ciertos conocimientos jamás se opondrá a la RAE; en todo caso intentará mejorar su función, ya que, como todo en este mundo, no es perfecta (pero eso no significa que no sea muy beneficiosa).
Y no quiero invertir más tiempo y líneas de mi bitácora en este tema porque es absurdo intentar negar la evidencia, y tales sujetos no se merecen nada bueno. Únicamente espero que algún día recapaciten; no hacen ningún bien a nadie siendo como son, diciendo lo que dicen y haciendo lo que hacen; al contrario, dan todavía más pie a que se escriba y se hable como a cada uno le salga de los cojones...
29 de junio de 2010
Los ignorantes más necios: los detractores de la RAE
18 de junio de 2010
El inglés...
Cuando era niño, por influencia de videojuegos, películas y canciones, estaba realmente convencido de que la lengua inglesa (por aquel entonces no sabía que existen varios tipos de inglés según la región, como tampoco sabía apenas que los hay de la lengua española) era una de las mejores. Me parecía muy interesante, me encantaba, me fascinaba. Pero eso ha cambiado considerablemente estos últimos años, desde que me he interesado mucho más por la lingüística y por consiguiente he aprendido mucho. Resulta que, por fortuna o por desgracia, nada es perfecto, como ya sabemos. A pesar de ser una de las lenguas más habladas —o quizá precisamente por eso— y supuestamente la más internacional, hay bastantes incongruencias, carencias y defectos en su código, más de lo que sería convenientemente normal o aceptable.
Opino que uno de los peores defectos del inglés es la fascinación que sienten —o manía que tienen— sus usuarios por el guion (hyphen); lo colocan a diestro y siniestro, aquí y allí, la mayoría de veces sin criterio racional y válido, sin pensar, por puro instinto perezoso e ignorante. La peor parte de ello es la visceral manía de separar los prefijos de sus lexemas mediante tal signo ortográfico, tendencia más pronunciada en el inglés británico, parece ser. Muchas veces también los separan sin poner siquiera guion, lo que no es tan antiestético, pero sigue siendo igual de poco recomendable y falto de sentido y criterio (eso parecer ser que se hacía en el latín, pero en la mayoría de sus lenguas derivadas se unen completamente a los vocablos, normalmente). Algunas veces —atención: solo en la lengua inglesa y únicamente en casos muy concretos—, separar o pseudounir los prefijos a los lexemas puede llegar a ser comprensible y hasta aceptable para facilitar la comprensión de la pronunciación de los vocablos prefijados, ya que el inglés es una lengua con una fonética compleja (y carente de mucho sentido, dicho sea de paso); pero en la mayoría de casos se hace indebidamente por pura ignorancia, mal hábito, poca inteligencia y menos entendimiento. Afortunadamente, parece ser que se está tendiendo a mejorar el uso del guion en la prefijación, pero demasiado lentamente y ya tarde... Su falta de regulación, su desconocimiento de lógica y las normas lingüísticas y, en definitiva, el poco cuidado que tienen al escribir ha dado lugar a que otras lenguas, o más precisamente sus usuarios no muy cultos, adquieran hábitos pésimos, como el sumamente abominable de colocar guiones entre los prefijos y las palabras cuando no se trata de ninguna de las excepciones o de los casos especiales (todo explicado perfectamente en los textos normativos), escritura totalmente errónea, innatural, incorrecta, aberrante, abominable, incongruente, absurda... Cada vez que pienso que si en el inglés se empleara mucho mejor el guion —o más precisamente los prefijos— uno de los grandes errores que suelen cometer los usuarios menos agraciados de la lengua española quizá no existiría, siento una intensa mezcla de cólera y desesperanza.
Algo muy poco agradable también ocurre con el primo del guion, el em dash, al que podríamos equiparar con la raya. Demasiadas veces se usa en lugar de los puntos suspensivos, algo muy dudosamente recomendable. Sabemos que cada lengua tiene sus normas, reglas, convenciones y particularidades, pero hay cosas que son de una sola manera aquí y en cualquier lugar de este mundo... Parece ser que los puntos suspensivos no tienen mucho éxito entre los usuarios del inglés; además, cuando raramente los usan, suelen hacerlo muy arbitrariamente, dando como resultado inconsistencias como un espaciado totalmente inadecuado.
Otro gran defecto o error que voy a comentar es el curioso —por llamarlo de alguna manera— uso de las comillas (quotation marks) en el inglés americano (aunque en muchos casos también en el británico, lamentablemente). Resulta que a alguien, un día, por alguna razón desconocida, se le ocurrió que los signos de puntuación que no pertenecen al fragmento de texto entrecomillado también se han de incluir en su interior. He conocido pocos —aunque ya son muchos...— hechos tan gratuitos, incongruentes, odiosos e intolerables. ¿En qué cabeza cabe la idea de incluir entre las comillas los signos de puntuación que pertenecen al texto del exterior de las mismas? En una inteligente y sana no, desde luego... Además, también ellas sufren de uso totalmente arbitrario, especialmente entre sus distintos tipos, como las comillas inglesas y las simples... ¡Cada tipo tiene sus significados implícitos y sus usos específicos! ¿Por qué hay que ignorarlos? Más que simplificar al máximo, yo creo que los usuarios del inglés lo que hacen es escribir como les da la gana, entre otras cosas para pensar lo mínimo posible. Y eso que pensar es gratis...
Otro de los grandes fallos de la lengua inglesa, casi tan grande como los anteriormente descritos —que son tremendamente graves...—, es el uso indebido de la coma (comma). Este frecuente e importante signo de puntuación suele usarse, lamentablemente, en lugares inapropiados, y otras veces brilla por su ausencia en otros donde es necesario su uso, y otras veces se emplea indebidamente en lugar de la raya. Estos errores son también muy imperdonables e intolerables. Pero la cosa no acaba ahí; todavía hay un caso en el que se usa todavía más indebidamente: para introducir citas textuales. Cualquier persona con un mínimo de inteligencia o de conocimiento lingüístico sabe perfectamente que el signo de puntuación ideal —y el único— para tal efecto son los dos puntos; pues bien, en inglés, por alguna misteriosa razón (quizá no es tan misteriosa, pues probablemente se hace para simplificar —aunque hemos de tener en cuenta que no puede ser simplificado: primero porque ya es facilísimo, y segundo porque no hay manera de hacerlo sin destruir el significado y convertir la frase u oración en incorrecta—; aunque entonces nos encontraríamos otra vez con la falta de inteligencia o de interés), se usa la coma. Si introducimos citas textuales, usamos el signo de puntuación que sirve para introducir adecuadamente otros fragmentos en el texto, es decir, los dos puntos; la coma es totalmente inapropiada para ello, pues si bien representa una ligera pausa, no introduce nada. La coma une o separa frases y oraciones y fragmentos, pero no introduce citas textuales ni nada.
También se hace un uso bastante arbitrario del signo de interrogación (ellos emplean solamente el de cierre, de lo que no voy a comentar nada aquí), al que ellos llaman question mark. Hay oraciones que llevan preguntas implícitas o indirectas que no requieren el uso del signo de interrogación, y emplearlo carecería de sentido. Pues ellos lo hacen. No solamente escriben signo de interrogación normalmente, cuando son preguntas directas o explícitas y el énfasis al hablar es inequívoco; también lo colocan, en demasiados casos, cuando no se hace una pregunta propiamente, sino que se da a entender que se pregunta algo subliminalmente, por lo que además de innecesario es, como poco, confuso e incorrecto.
Además, hay otro gran y lamentablemente habitual defecto en la lengua inglesa, que además sale del dominio de los signos de puntuación: el uso de las mayúsculas. Según parece, a los usuarios del inglés curiosamente les encantan; las usan en demasiados casos, dando razones estúpidas como criterio no válido o excusa absurda. Una buena escritura debe evitar siempre el uso superfluo de recursos lingüísticos. Este error, además de gravísimo, es de los más odiosos porque es de los que más se propagan a otras lenguas... Las mayúsculas también tienen usos y significados concretos. Para asegurar una lengua eficiente y coherente, ha de evitarse abusar de ellas. Por ejemplo, es absurdo y estúpido escribir *Post-Production (la mayoría de películas con el inglés como idioma principal escriben este tipo de términos así en los créditos); el uso indebido y abusivo de las mayúsculas —que ya es incorrecto por sí solo— está mezclándose con otra incoveniencia fruto de la ignorancia y su consiguiente confusión: la escritura aberrante de una palabra prefijada, tanto por la arbitraria escritura del guion como la obligación de escribirlo al escribir la mayúscula inicial en Production (ya que en este caso coincidiría con una excepción en la escritura de vocablos prefijados). La forma *post production tampoco es admisible, pues significa, literalmente, production of posts (‘la producción de correos’); como puede comprenderse fácilimente, la única forma correcta sería postproduction, o si quisieran darle algún tipo de importancia a las palabras (si le dan importancia a todas, ¿cuál es la realmente importante?), u otro estilo para diferenciarlas de los nombres propios, podrían escribirse enteramente en mayúsculas o en versalitas, o al contrario, los nombres propios enteramente en mayúsculas y el resto en minúsculas o con mayúsculas iniciales adecuadas. Sea como sea, siempre es posible escribir correctamente en cualquier contexto.
Otro gran tipo de error es el arbitrario, aberrante y abominable uso que hacen de las abreviaturas y los símbolos. Según tengo entendido, los que ignoran expresamente el Sistema Internacional de Unidades y sus recomendaciones y convenciones no son todos los anglohablantes, sino, únicamente, los estadounidenses... Se quedarán muy a gusto cuando escriben aberraciones y sinsentidos como *mts, *hrs... Hay que tener un mal gusto de narices y ser preocupantemente ignorante para hacerlo y quedarse tan pancho, sin remordimiento ni cargo de conciencia alguno... Igual que cuando escriben abreviaturas sin punto (*St, o peor todavía por poder confundirse fácilmente con siglas, *ST, por St., ‘street’; *Prof por Prof., ‘professor’, en español profesor), o cuando ponen los puntos que les place a las siglas... Claro que, para empezar, ellos no saben o no quieren distinguir entre abreviaturas, símbolos, siglas y acrónimos; parece ser que lo consideran todo prácticamente igual. Y es por eso que escriben todas las abreviaciones y símbolos arbitrariamente, sin criterio alguno, como les viene en gana.
Esos que he comentado solo son algunos de los errores o defectos más frecuentes del mundo anglohablante; quizá también los más importantes, graves, aberrantes y abominables, pero no los únicos, ni mucho menos. Todo ello nos demuestra muchas cosas, como que la lengua inglesa tiene muchos problemas ortográficos (especialmente con los signos de puntuación y la unión o separación de vocablos); que nada es perfecto, y si no se actúa con lógica, inteligencia y conocimiento, no puede mejorarse ni siquiera un poco, o evoluciona por un camino nada recomendable; y que la lengua inglesa, aunque como sabemos es la más internacional y de las más usadas actualmente, no dispone de normas adecuadas y bien elaboradas al no haber ningún organismo suficientemente especializado, cualificado, responsable, poderoso y absoluto que se encargue exclusivamente de investigar exhaustivamente, en profundidad, y de hacer de esas normas algo acertado y vigente (como la imprescindible Real Academia Española para la lengua española, por ejemplo; para el inglés hay muchas universidades que ofrecen varios recursos lingüísticos —es evidente que insuficientes e inadecuados—, pero no cumplen las condiciones comentadas anteriormente), y esa ausencia se nota, y mucho.
Aunque en este artículo he sido algo duro con el inglés, o más concretamente con sus usuarios —los responsables de mantenerlo adecuadamente—, sigue siendo una de mis lenguas preferidas; como ya he comentado, nada es perfecto, y que tenga ciertos defectos —solucionables, aunque ya no fácilmente— no significa que tenga que ser necesariamente detestable. Me gusta la lengua inglesa, y me parece buena en muchos aspectos; pero como todo en este mundo tiene sus partes malas, que la convierten en algo imperfecto y muy mejorable, como lamentablemente ocurre con nuestra preciosa y por desgracia no suficientemente amada lengua española, o más precisamente con sus usuarios: demasiados son demasiado perezosos, ignorantes, necios y desinteresados, que cometen muchos errores y muy graves y provocan la odiosa propagación de los mismos (es curioso que la gran mayoría de esos usuarios son de Hispanoamérica, que además es donde se cometen los peores errores, y en descomunal número; algún día hablaré de ello, porque hay mucho que decir...); por gran fortuna, como tengo dicho, al menos nosotros tenemos la RAE —y toda la ASALE—, que arroja mucha luz y estabilidad y proporciona mucha seguridad y el control beneficioso que le es posible, y por consiguiente mantiene a nuestra lengua cuidada, atendida, digna y maravillosa durante mucho más tiempo, y eso es algo de valor incalculable. Una de las peores cosas que podemos hacer en este mundo es dejar que algo tan extremadamente útil y bello como las lenguas pierdan sentido y significado y se estropeen...
¡Hasta la próxima!
Opino que uno de los peores defectos del inglés es la fascinación que sienten —o manía que tienen— sus usuarios por el guion (hyphen); lo colocan a diestro y siniestro, aquí y allí, la mayoría de veces sin criterio racional y válido, sin pensar, por puro instinto perezoso e ignorante. La peor parte de ello es la visceral manía de separar los prefijos de sus lexemas mediante tal signo ortográfico, tendencia más pronunciada en el inglés británico, parece ser. Muchas veces también los separan sin poner siquiera guion, lo que no es tan antiestético, pero sigue siendo igual de poco recomendable y falto de sentido y criterio (eso parecer ser que se hacía en el latín, pero en la mayoría de sus lenguas derivadas se unen completamente a los vocablos, normalmente). Algunas veces —atención: solo en la lengua inglesa y únicamente en casos muy concretos—, separar o pseudounir los prefijos a los lexemas puede llegar a ser comprensible y hasta aceptable para facilitar la comprensión de la pronunciación de los vocablos prefijados, ya que el inglés es una lengua con una fonética compleja (y carente de mucho sentido, dicho sea de paso); pero en la mayoría de casos se hace indebidamente por pura ignorancia, mal hábito, poca inteligencia y menos entendimiento. Afortunadamente, parece ser que se está tendiendo a mejorar el uso del guion en la prefijación, pero demasiado lentamente y ya tarde... Su falta de regulación, su desconocimiento de lógica y las normas lingüísticas y, en definitiva, el poco cuidado que tienen al escribir ha dado lugar a que otras lenguas, o más precisamente sus usuarios no muy cultos, adquieran hábitos pésimos, como el sumamente abominable de colocar guiones entre los prefijos y las palabras cuando no se trata de ninguna de las excepciones o de los casos especiales (todo explicado perfectamente en los textos normativos), escritura totalmente errónea, innatural, incorrecta, aberrante, abominable, incongruente, absurda... Cada vez que pienso que si en el inglés se empleara mucho mejor el guion —o más precisamente los prefijos— uno de los grandes errores que suelen cometer los usuarios menos agraciados de la lengua española quizá no existiría, siento una intensa mezcla de cólera y desesperanza.
Algo muy poco agradable también ocurre con el primo del guion, el em dash, al que podríamos equiparar con la raya. Demasiadas veces se usa en lugar de los puntos suspensivos, algo muy dudosamente recomendable. Sabemos que cada lengua tiene sus normas, reglas, convenciones y particularidades, pero hay cosas que son de una sola manera aquí y en cualquier lugar de este mundo... Parece ser que los puntos suspensivos no tienen mucho éxito entre los usuarios del inglés; además, cuando raramente los usan, suelen hacerlo muy arbitrariamente, dando como resultado inconsistencias como un espaciado totalmente inadecuado.
Otro gran defecto o error que voy a comentar es el curioso —por llamarlo de alguna manera— uso de las comillas (quotation marks) en el inglés americano (aunque en muchos casos también en el británico, lamentablemente). Resulta que a alguien, un día, por alguna razón desconocida, se le ocurrió que los signos de puntuación que no pertenecen al fragmento de texto entrecomillado también se han de incluir en su interior. He conocido pocos —aunque ya son muchos...— hechos tan gratuitos, incongruentes, odiosos e intolerables. ¿En qué cabeza cabe la idea de incluir entre las comillas los signos de puntuación que pertenecen al texto del exterior de las mismas? En una inteligente y sana no, desde luego... Además, también ellas sufren de uso totalmente arbitrario, especialmente entre sus distintos tipos, como las comillas inglesas y las simples... ¡Cada tipo tiene sus significados implícitos y sus usos específicos! ¿Por qué hay que ignorarlos? Más que simplificar al máximo, yo creo que los usuarios del inglés lo que hacen es escribir como les da la gana, entre otras cosas para pensar lo mínimo posible. Y eso que pensar es gratis...
Otro de los grandes fallos de la lengua inglesa, casi tan grande como los anteriormente descritos —que son tremendamente graves...—, es el uso indebido de la coma (comma). Este frecuente e importante signo de puntuación suele usarse, lamentablemente, en lugares inapropiados, y otras veces brilla por su ausencia en otros donde es necesario su uso, y otras veces se emplea indebidamente en lugar de la raya. Estos errores son también muy imperdonables e intolerables. Pero la cosa no acaba ahí; todavía hay un caso en el que se usa todavía más indebidamente: para introducir citas textuales. Cualquier persona con un mínimo de inteligencia o de conocimiento lingüístico sabe perfectamente que el signo de puntuación ideal —y el único— para tal efecto son los dos puntos; pues bien, en inglés, por alguna misteriosa razón (quizá no es tan misteriosa, pues probablemente se hace para simplificar —aunque hemos de tener en cuenta que no puede ser simplificado: primero porque ya es facilísimo, y segundo porque no hay manera de hacerlo sin destruir el significado y convertir la frase u oración en incorrecta—; aunque entonces nos encontraríamos otra vez con la falta de inteligencia o de interés), se usa la coma. Si introducimos citas textuales, usamos el signo de puntuación que sirve para introducir adecuadamente otros fragmentos en el texto, es decir, los dos puntos; la coma es totalmente inapropiada para ello, pues si bien representa una ligera pausa, no introduce nada. La coma une o separa frases y oraciones y fragmentos, pero no introduce citas textuales ni nada.
También se hace un uso bastante arbitrario del signo de interrogación (ellos emplean solamente el de cierre, de lo que no voy a comentar nada aquí), al que ellos llaman question mark. Hay oraciones que llevan preguntas implícitas o indirectas que no requieren el uso del signo de interrogación, y emplearlo carecería de sentido. Pues ellos lo hacen. No solamente escriben signo de interrogación normalmente, cuando son preguntas directas o explícitas y el énfasis al hablar es inequívoco; también lo colocan, en demasiados casos, cuando no se hace una pregunta propiamente, sino que se da a entender que se pregunta algo subliminalmente, por lo que además de innecesario es, como poco, confuso e incorrecto.
Además, hay otro gran y lamentablemente habitual defecto en la lengua inglesa, que además sale del dominio de los signos de puntuación: el uso de las mayúsculas. Según parece, a los usuarios del inglés curiosamente les encantan; las usan en demasiados casos, dando razones estúpidas como criterio no válido o excusa absurda. Una buena escritura debe evitar siempre el uso superfluo de recursos lingüísticos. Este error, además de gravísimo, es de los más odiosos porque es de los que más se propagan a otras lenguas... Las mayúsculas también tienen usos y significados concretos. Para asegurar una lengua eficiente y coherente, ha de evitarse abusar de ellas. Por ejemplo, es absurdo y estúpido escribir *Post-Production (la mayoría de películas con el inglés como idioma principal escriben este tipo de términos así en los créditos); el uso indebido y abusivo de las mayúsculas —que ya es incorrecto por sí solo— está mezclándose con otra incoveniencia fruto de la ignorancia y su consiguiente confusión: la escritura aberrante de una palabra prefijada, tanto por la arbitraria escritura del guion como la obligación de escribirlo al escribir la mayúscula inicial en Production (ya que en este caso coincidiría con una excepción en la escritura de vocablos prefijados). La forma *post production tampoco es admisible, pues significa, literalmente, production of posts (‘la producción de correos’); como puede comprenderse fácilimente, la única forma correcta sería postproduction, o si quisieran darle algún tipo de importancia a las palabras (si le dan importancia a todas, ¿cuál es la realmente importante?), u otro estilo para diferenciarlas de los nombres propios, podrían escribirse enteramente en mayúsculas o en versalitas, o al contrario, los nombres propios enteramente en mayúsculas y el resto en minúsculas o con mayúsculas iniciales adecuadas. Sea como sea, siempre es posible escribir correctamente en cualquier contexto.
Otro gran tipo de error es el arbitrario, aberrante y abominable uso que hacen de las abreviaturas y los símbolos. Según tengo entendido, los que ignoran expresamente el Sistema Internacional de Unidades y sus recomendaciones y convenciones no son todos los anglohablantes, sino, únicamente, los estadounidenses... Se quedarán muy a gusto cuando escriben aberraciones y sinsentidos como *mts, *hrs... Hay que tener un mal gusto de narices y ser preocupantemente ignorante para hacerlo y quedarse tan pancho, sin remordimiento ni cargo de conciencia alguno... Igual que cuando escriben abreviaturas sin punto (*St, o peor todavía por poder confundirse fácilmente con siglas, *ST, por St., ‘street’; *Prof por Prof., ‘professor’, en español profesor), o cuando ponen los puntos que les place a las siglas... Claro que, para empezar, ellos no saben o no quieren distinguir entre abreviaturas, símbolos, siglas y acrónimos; parece ser que lo consideran todo prácticamente igual. Y es por eso que escriben todas las abreviaciones y símbolos arbitrariamente, sin criterio alguno, como les viene en gana.
Esos que he comentado solo son algunos de los errores o defectos más frecuentes del mundo anglohablante; quizá también los más importantes, graves, aberrantes y abominables, pero no los únicos, ni mucho menos. Todo ello nos demuestra muchas cosas, como que la lengua inglesa tiene muchos problemas ortográficos (especialmente con los signos de puntuación y la unión o separación de vocablos); que nada es perfecto, y si no se actúa con lógica, inteligencia y conocimiento, no puede mejorarse ni siquiera un poco, o evoluciona por un camino nada recomendable; y que la lengua inglesa, aunque como sabemos es la más internacional y de las más usadas actualmente, no dispone de normas adecuadas y bien elaboradas al no haber ningún organismo suficientemente especializado, cualificado, responsable, poderoso y absoluto que se encargue exclusivamente de investigar exhaustivamente, en profundidad, y de hacer de esas normas algo acertado y vigente (como la imprescindible Real Academia Española para la lengua española, por ejemplo; para el inglés hay muchas universidades que ofrecen varios recursos lingüísticos —es evidente que insuficientes e inadecuados—, pero no cumplen las condiciones comentadas anteriormente), y esa ausencia se nota, y mucho.
Aunque en este artículo he sido algo duro con el inglés, o más concretamente con sus usuarios —los responsables de mantenerlo adecuadamente—, sigue siendo una de mis lenguas preferidas; como ya he comentado, nada es perfecto, y que tenga ciertos defectos —solucionables, aunque ya no fácilmente— no significa que tenga que ser necesariamente detestable. Me gusta la lengua inglesa, y me parece buena en muchos aspectos; pero como todo en este mundo tiene sus partes malas, que la convierten en algo imperfecto y muy mejorable, como lamentablemente ocurre con nuestra preciosa y por desgracia no suficientemente amada lengua española, o más precisamente con sus usuarios: demasiados son demasiado perezosos, ignorantes, necios y desinteresados, que cometen muchos errores y muy graves y provocan la odiosa propagación de los mismos (es curioso que la gran mayoría de esos usuarios son de Hispanoamérica, que además es donde se cometen los peores errores, y en descomunal número; algún día hablaré de ello, porque hay mucho que decir...); por gran fortuna, como tengo dicho, al menos nosotros tenemos la RAE —y toda la ASALE—, que arroja mucha luz y estabilidad y proporciona mucha seguridad y el control beneficioso que le es posible, y por consiguiente mantiene a nuestra lengua cuidada, atendida, digna y maravillosa durante mucho más tiempo, y eso es algo de valor incalculable. Una de las peores cosas que podemos hacer en este mundo es dejar que algo tan extremadamente útil y bello como las lenguas pierdan sentido y significado y se estropeen...
¡Hasta la próxima!
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